La académica e investigadora uruguaya describe las visiones de la economía feminista y profundiza en el actual debate sobre las tareas de cuidados que, históricamente, han recaído en las mujeres, obstaculizando sus posibilidades de trabajo y autonomía económica.
La académica e investigadora uruguaya describe las visiones de la economía feminista y profundiza en el actual debate sobre las tareas de cuidados que, históricamente, han recaído en las mujeres, obstaculizando sus posibilidades de trabajo y autonomía económica. “El cuidado no es un problema de las feministas, es de la sociedad entera”, dice sobre un debate que Chile aún tiene pendiente.
La economía feminista es un enfoque en construcción, dice Alma Espino, economista e investigadora uruguaya, actual coordinadora del “Área de Desarrollo y Género” en el Centro Interdisciplinario de Estudios sobre el Desarrollo en Uruguay (CIEDUR). Es, a su juicio, una perspectiva que se expresa en diversas vertientes y que se ha desarrollado más fuertemente durante las últimas décadas, producto de una mezcla de los esfuerzos de académicas y movimientos feministas.
Pero fue partir de los años 90 cuando cobró mayor importancia en el ámbito de la investigación, especialmente, cuando se fundó la Asociación Internacional de Economía Feminista, con una revista académica.
“No obstante, por diferentes razones, la principales exponentes de la economía feminista provenían y, de alguna manera, siguen proviniendo, de los países anglosajones. Esto, con el correr de los años, se ha ido modificando, de tal manera que van surgiendo expresiones desde las universidades de América Latina, pero también preocupaciones por parte de los grupos de mujeres de relacionar la economía, por ejemplo, con el extractivismo”, apunta la especialista.
Aunque en la historia y desde hace más de un siglo las mujeres han realizado diversos cuestionamientos sobre las diferencias económicas que las han afectado en relación a los hombres, Espino asegura que la economía feminista viene desplegado sus planteamientos más completos recientemente. La académica fue una de las invitadas destacadas del último encuentro “Fes-minismos – ¡El futuro es feminista!” de la Fundación Friedrich Ebert (FES), que desde el 20 al 24 de mayo reunió en Santa Cruz a activistas de América Latina y el Caribe para debatir sus problemáticas desde la perspectiva de la economía feminista.
—¿Por qué es importante recuperar a la mujer como agente económico?
Bueno, ese es uno de los principales aspectos que se empiezan a tratar. Lo primero es que las mujeres no están en los libros de texto de economía, porque no se nos reconoce nuestro papel de agentes económicos cuando no estamos en el mercado laboral. Entonces, ahí ha sido muy importante y hemos avanzado muchísimo -hoy es tema muy recurrente de los movimientos y organizaciones- la importancia del trabajo doméstico y de cuidado de las mujeres a sus hogares, que si bien está hecho en base a trabajo y producción, no es remunerado. Ocurre que se ha invisibilizado. Una primera tarea que se han propuesto las economistas feministas es precisamente mostrar eso.
Las Encuestas del Uso del Tiempo (ENUT) lo han reflejado concreta y empíricamente, pero también en los ejercicios de valorizar económicamente este trabajo no remunerado, en algunos espacios se ha propuesto y se ha avanzado en incluirlo como cuentas satélites -una extensión de la medición tradicional del Producto Interno Bruto (PIB) que se concentra en sectores de la economía que son excluidos- para hacerlo visible.
—¿Qué rol juega el cuestionamiento de los estereotipos de género en la discusión económica?
Yo creo que tiene un rol muy importante, porque los estereotipos de género nos determinan en qué lugar del mercado laboral nos ubicamos. Nos determinan si vamos a ingresar al mercado laboral o no, y por cuánto tiempo. No se trata de sólo las cuestiones prácticas; no voy a ingresar al trabajo remunerado porque no tengo quién me cuide los hijos. Hay algo que es anterior o, al mismo tiempo, y eso es: mi rol fundamental en la vida es cuidar a mis hijos, cuidar a mi esposo, etcétera. Y, por lo tanto, no voy a ir a trabajar de forma remunerada, pero si lo hago lo haré por menos tiempo, o con un trabajo informal que me permita flexibilizar y conciliar mis actividades.
A la vez, los estereotipos están en la cabeza de los empleadores, o de quienes hacen las políticas laborales y entonces las mujeres vamos a concentrarnos en determinados puestos de trabajo, que son los considerados femeninos. Y los varones en los masculinos. Y esa división muchas veces hace que tengamos una serie de habilidades para desempeñarnos y trabajar en cualquier puesto de trabajo. Pero no se nos acepta en cualquiera, sino que se espera que estemos en aquellos definidos social y culturalmente como femeninos. Además, el puesto de trabajo femenino suele estar concentrado en ocupaciones de baja remuneración, lo que nos determina en buena parte si podemos o no conseguir nuestra autonomía económica a través del empleo. Y luego, muchas de las brechas salariales, que determinan que estemos en puestos de trabajo de menor pago que los varones por las mismas tareas.
Los estereotipos no sólo están en la cabeza de los empleadores. Los estereotipos se transmiten a través de todas las instituciones que hay en la sociedad, empezando por los hogares, la iglesia, la escuela, la universidad. Los estereotipos están en nuestras cabezas: soy mujer, ¿cuáles son mis expectativas?
La preocupación de la economía feminista por la sostenibilidad de la vida humana se relaciona directamente con la naturaleza, pero también con la idea de pensar el bienestar de la comunidad en torno a las tareas de cuidados. La crítica de las mujeres en torno al trabajo no remunerado que durante décadas han ejercido atendiendo la urgencia -y bajo la imposición cultural- de ser quienes se encargan de cuidar y asistir a los niños, ancianos, discapacitados y enfermos, se ha ido escuchando de manera más clara en la región y desafía a los países a diseñar políticas públicas al respecto.
En 2013 Uruguay dio un ejemplo a sus vecinos al crear la Red Pro Sistema Nacional Integrado de Cuidados, que surgió como iniciativa de la sociedad civil organizada. La instancia se creó en el marco de la discusión sobre el sistema de cuidados integrales en el país.
“Es una red que, en mi opinión, lo más ejemplarizante que tiene es que logró reunir a diversas organizaciones y colectivos que no tenían nada que ver con feministas, ni con género, ni con nada, que eran los jubilados, los pensionados y las personas con discapacidades de cualquier clase. Es decir, con todos aquellos grupos que tenían demandas de cuidados, y se juntaron con organizaciones de mujeres y feministas. Entonces, es una experiencia súper interesante porque hubo una transversalización de género que se naturalizó en esa reunión de intereses. Quizás también pueda ser porque probablemente de esas organizaciones, esto ya es interpretación mía, muchas de las integrantes eran mujeres que tenían que lidiar con los temas del cuidado”, explica Alma Espino.
La organización acompañó la creación de la política gubernalmental y sigue haciéndolo hasta hoy. Además, cuentan con un consejo consultivo de la sociedad civil y de la academia que se reúnen periódicamente y las personas delegadas pueden opinar y criticar las resoluciones. La economista uruguaya destaca su importancia: “Me parece que, en primer lugar, el cuidado no es un problema de las feministas, sino que de la sociedad entera. En segundo lugar, hay demandas diversas y lo más importante es que el problema siempre va a estar; el Estado puede invertir más o menos, para que eso tienda a la igualdad de género y no todo lo contrario”.
—En la discusión de la jornada laboral, que actualmente se está dando también en Chile, ¿qué rol juega la economía de cuidados?
La discusión de la jornada laboral podría ser un elemento que contribuya a equilibrar el uso del tiempo de varones y mujeres. Hay una cosa que es real: si todas las personas dedicáramos nuestro tiempo a largas jornadas laborales, ¿quién se ocuparía de lo que hay que ocuparse? Eso tiene que ver con nuestras necesidades propias como sujetos; de las necesidades de las que somos dependientes. Quisiera rescatar en este punto esta idea de que no hay personas tan independientes que pueden dedicarse al mercado laboral completamente libres de toda otra obligación. Otra de las cosas que las economistas feministas intentamos rescatar, es la interdependencia: todos tenemos algún grado de independencia de otro y eso hace a las relaciones interpersonales, de manera que la reducción de la jornada laboral puede ser un elemento que equilibre el uso del tiempo entre hombres y mujeres y puede ser también que, en épocas y en situaciones en donde empieza a decrecer la demanda de empleo, contribuya a disminuir el desempleo.
—Esta visión entra en conflicto con la lógica de la acumulación por el hecho de incluir la miradas de las comunidades, de los territorios, de la vida sostenible. ¿Por qué la economía feminista desafía naturalmente al capitalismo?
Lo desafía porque coloca la vida en el centro de los objetivos del buen funcionamiento de la economía y no en la acumulación del capital. Es empezar a pensar, actuar y funcionar con otra lógica, donde la vida es importante, donde no se puede explotar a la naturaleza hasta acabarla, porque la vida depende de nuestra buena relación con la naturaleza. Lo que el capitalismo viene demostrando es que es capaz de reinventarse una y otra vez, de seguir explotando a la naturaleza y los seres humanos y entrar en crisis sucesivas donde las personas pierden todo, al mismo tiempo que mostramos patrón de consumo enloquecido. La gente tiene una gran cantidad de bienes suntuarios, hay abundancia de tantas cosas, pero todavía quedan poblaciones dentro de la pobreza, todavía hay en América Latina problemas de desnutrición infantil.
Si nosotras tendemos a la igualdad, a una buena relación con la naturaleza, si tendemos a que la vida valga la pena ser vivida, si pensamos que hay valores importantes, estamos desafiando al capitalismo, porque el capitalismo todo eso no lo está considerando. Todo lo contrario: destruye permanentemente los lazos solidarios, comunitarios, incluso familiares. No es como una cosa que yo diga desde la ideología, no, en concreto, si uno pelea por la igualdad de género, de alguna manera está socavando ciertas bases del capitalismo. Las mujeres estamos desordenando la sociedad y el sistema económico y quiere decir que ese orden que existía lo estamos tratando de cambiar, de modificar, y por eso las reacciones tan virulentas contra las feministas.
—Usted mencionaba una reflexión de Rita Segato sobre cómo los hombres son también víctimas del mandato de la masculinidad en cuanto a lo económico.
Yo tomé eso de Rita Segato que lo vi en alguna conferencia porque creo que es importante. El patriarcado hace víctimas primero a las mujeres, pero también hace víctimas a los hombres. La precariedad de la vida, por ejemplo, de los jóvenes varones hoy en día en el contexto del narcotráfico, de la competencia brutal por el puesto de trabajo, por el dinero, por demostrar determinado estatus, las muertes que son mayoritarias. Es preocupante y por eso hice mía esas palabras de Rita Segato, para decir que pongamos el ojo también ahí.
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