El día a día de las mujeres sordas no es fácil. Además de vivir en un mundo que las violenta y discrimina por su género, sufren toda clase de exclusión y vulneración de derechos por estar en situación de discapacidad.
El día a día de las mujeres sordas no es fácil. Además de vivir en un mundo que las violenta y discrimina por su género, sufren toda clase de exclusión y vulneración de derechos por estar en situación de discapacidad. Lo más grave son las fallas en el acceso a la Lengua de Señas, la lengua madre de la población sorda, que aún no es garantizada en todos los espacios. En Chile hay un proyecto en trámite en el Congreso que la reconoce como patrimonio intangible y elemento esencial en la cultura sorda.
Vianney Sierralta se convirtió legalmente en abogada el pasado 25 de septiembre, pero su trabajo como activista sorda y feminista suma varios años. La idea de crear una fundación nació en 2006, tras organizar un seminario en donde compartieron experiencias con numerosas dirigentas de diversas localidades de Chile. Hoy, son más de una veintena de colaboradoras trabajando a nivel nacional por los derechos de las mujeres sordas.
A la fundación la llamaron Nellie Zabel en homenaje a la primera mujer de la historia de Dakota del Sur en obtener su licencia de aviación en 1928, convirtiéndose también en una de las pioneras en todo Estados Unidos. “Es la primera en lograr algo tan grande, la consideramos referente y ejemplo para nuestro trabajo”, explica Paz Dames, una de sus directoras, en conversación con FESminismos.
—¿Cuáles son los desafíos más grandes que enfrentan por estos días?
Todo lo relativo al acceso a la información. Para poder desarrollar nuestras actividades hay que trabajar muchísimo. Hay problemas políticos, muchas trabas, no les interesa, pero esa es la lucha: hacerla visible y muy insistente para que esto no sea un tema a ignorar, como si te hicieran un favor. Cuando se hacen políticas en favor de personas con discapacidad es como si nos estuvieran asistiendo, es condescendiente. Queremos que esta lucha sea entendida desde los derechos humanos, por lo que también luchamos para que esa mirada desde el asistencialismo cambie.
—¿Por qué es importante el acceso a la Lengua de Señas y por qué las mujeres están en mayor peligro al no contar con ello?
Esto de la apertura a la Lengua de Señas es de hace pocos años. Antes se les oralizaba bastante a los sordos y lograban hablar, pero la comprensión que ellos tenían de una lengua que no era la suya los limitaba mucho. Cuando empezó la apertura y los sordos adquirieron la lengua como un derecho fundamental, fue que se empezó a expandir esto. Los sordos lo están adquiriendo como un derecho natural de su comunidad, la comunidad oyente está recién entendiéndolo. En un comienzo la gente lo encuentra bonito, llamativo, creen que es un juego, pero el tema de la comunicación no es algo bonito, sino fundamental para poder acceder a todo. Si la comunidad sorda no maneja la Lengua de Señas y la comunidad oyente no la quiere aprender, es bien difícil que podamos ser una sociedad inclusiva. La gente debe aprenderla para ofrecer un servicio de calidad y siempre viéndola como un derecho humano.
—¿Cuáles son los avances en el Congreso en materia de Lengua de Señas?
Ya se aprobó el proyecto de ley que perfecciona la legislación vigente en esta materia. Ahora pasó a la cámara para ser revisado por senadores y diputados. Luego habrá reunión con la Comisión de Cultura y se está esperando eso para concretar los avances. Por primera vez está en un escenario más positivo, luego de mucha lucha.
Imagínate cómo es para una mujer sorda violentada tener que hacer una denuncia: si a una mujer oyente ya la misma policía la cuestiona, la trata de alharaca, es un absoluto calvario. Si llega a haber el milagro de que tomen la denuncia, va al tribunal y no hay intérprete. Es muy difícil.
Vianney Sierralta asegura que la situación que viven las mujeres sordas expuestas a la violencia es grave, ya que se anulan casi todas las instancias de apoyo contempladas regularmente en la normativa y que ya son denunciadas como insuficientes.
“En general, cuando una mujer es golpeada tiene ayuda psicológica, asistente social, etcétera. Si el sistema es ideal o no, si los tribunales están condenando bien o no, es algo largo de analizar, pero para las mujeres sordas no es así. Hay cosas que las mujeres oyentes dan por sentadas, como el acceso a los centros de la mujer, a la comunicación, a un abogado gratuito, pero las mujeres sordas no lo tienen. Si llegan al centro, si llegan a interponer una denuncia, no hay intérpretes y no es de ellas la responsabilidad. Debería existir dentro de estos sistemas de denuncia la accesibilidad universal que permite que las mujeres sordas también puedan denunciar”, argumenta.
—¿Cómo es el escenario que viven las mujeres sordas que deciden denunciar?
Se producen violencias ocultas, ya que muchos hechos ocurren dentro de la comunidad sorda, y no lo quieren denunciar porque si denuncian implicaría salir de la comunidad. O bien tener que separar a ese hombre sordo de la comunidad y puede producir un rechazo al interior de la misma por sacarlo de su entorno comunicativo natural. Es complejo el tema porque no se ha tomado en cuenta.
Una de las cosas que queremos hacer es buscar una alternativa para ver si podemos usar un sistema que se usa en Estados Unidos, hay una fundación que trabaja en recibir y atender a las mujeres vía WhatsApp, por videollamadas o llamados a un número de videoconferencia. De alguna manera, ellas dan contención psicológica, orientación social y jurídica con lengua de señas, son todas mujeres sordas apoyando a otras mujeres sordas. Pensamos que una cosa así podría ser una solución y buscar la manera de contactarnos con los centros de la mujer y explicarles. Hoy no es accesible. Si una mujer sorda está siendo golpeada en este preciso momento, ¿cómo llama? ¿cómo se comunica con Carabineros? Tenemos una tarea grande y vamos a tener que buscar los recursos para financiarla.
—¿Cómo viven el activismo dentro del movimiento feminista chileno y cómo se posicionan ustedes respecto a sus demandas?
La verdad es que el movimiento feminista es parte de todas, es un proceso social que estamos viviendo todas en este período, no existe un feminismo al que tengamos que pertenecer. Basta con que seamos mujeres y entendamos los problemas que estuvimos tolerando y viviendo como mujeres. Como comunidad sorda luchamos todos juntos, pero cuando comenzamos a trabajar como mujeres, la discriminación apareció dentro de la misma comunidad: hombres sordos empezaron a burlarse directamente o a hacer cosas que no nos esperábamos. Es increíble porque pensamos que como sufrimos la misma discriminación, el estigma social, iban a empatizar de alguna manera con nuestro trabajo. Hemos tenido que empoderarnos y tomar decisiones importantes en redes sociales para evitar el acoso. No es fácil.
Si tú ves la lista de la posición feminista, de la Coordinadora, tiene muchas propuestas y nosotras las adscribimos, pero también nos invisibiliza, porque ni un solo punto de los exigidos ha considerado la situación de las mujeres con discapacidad, la demanda de accesibilidad universal, o una mera mención a quiénes somos nosotras. Dentro del colectivo ha habido personas mujeres interesadas a título individual, pero como colectivo no ha habido interés por hablar de mujeres sordas o discapacidad. Es algo que todavía tenemos que cambiar.
—¿Cómo ven el desarrollo de la población LGBTI en la comunidad sorda?
Dentro de la comunidad sorda nunca ha existido una división. Yo siento que no les pasa esto de tener que salir del clóset, eso pasa en el mundo oyente. En el mundo sordo una buena parte de la comunidad pertenece al colectivo LGBTI, es algo normal, no pasa nada. Como las personas sordas somos muy visuales cachamos altiro, tampoco tienen esa cosa de andar comentando o preguntándose. Las personas sordas van y lo preguntan directo: “¿Eres gay? ¿Sí o no? ¿Cómo sabía? Ah, te vi”. No es tema. Hemos incorporado la temática dentro de la federación, hemos hecho trabajo con FEMACU (Movimiento Feminista por la Accesibilidad Universal), en los colectivos LGBTI, y la interseccionalidad con la discapacidad. Muy interesante.
Según cifras del Primer Estudio Nacional de la Discapacidad (2004), en Chile dos de cada cinco personas sordas no han completado la Enseñanza Básica y sólo un 6% accede a la Educación Superior. Un escenario que se repite en diversos países de la región.
—¿Cómo funciona actualmente el acceso a la educación para la población sorda?
Siempre ha sido complejo, toda la vida. Lamentablemente estamos en un sistema homogeneizador que piensa que el aprendizaje de la lengua debe ser como la mayoría y nos ha costado mucho que la sociedad entienda que la Lengua de Señas debe ser reconocida en la educación como lengua primaria de los niños y niñas, que son vulnerados, que van a seguir sin aprender a leer y a escribir, van a seguir en un sistema que donde la mayoría de los oyentes cree que la forma de aprender las lenguas es sólo como ellos lo hacen y no de formas diversas. Hacemos un llamado a los padres, madres, profesores, a los intérpretes de Lengua de Señas, a los instructores sordos y coeducadores sordos, a la sociedad en general, a que presionen a los diputados y senadores. Agradecimos que el proyecto que impulsamos pasó al Senado, porque va a cambiar muchas vidas y uno de esos aspectos es la educación.
—¿Cuáles son los principales desafíos pendientes en materia de inclusión para mujeres sordas?
Nos damos cuenta que las prioridades deberían estar enfocadas en los Derechos Humanos y el acceso a la salud es uno: que cuente con el consentimiento informado, que respete mi autonomía e independencia personal para la toma de decisiones en salud. Ningún ser humano debería quitársele esa opción, pero si va una mujer sorda al hospital y no hay un intérprete de Lengua de Señas, entonces estamos vulnerando sus derechos humanos.
Si hay una mujer sorda que no está dando un consentimiento informado porque no se le informa en su primera lengua y debería sancionarse, multarse, considerarse un delito, el hecho de que médicos tomen decisiones basados en lo que dice la mamá, el hermano, el esposo, incluso los hijos, respecto de la salud de una mujer sorda, por una simple comodidad, por una mala voluntad política. Una intérprete le debe informar a la mujer en qué consiste su tratamiento médico y que ella decida qué es lo que quiere. El sistema es cómodo y debe comenzar a cambiar.
Queremos cambiar eso a través de la normativa, de las denuncias, porque sabemos que sordas han sido esterilizadas sin tener idea. Después, al intentar tener hijos, recién se han enterado que con el consentimiento de su papá o familiar, resulta que se les practicó una esterilización. Esas cosas deben ser condenadas y deben perseguirse penalmente.
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