La crisis de los cuidados está en la agenda histórica de los feminismos, pero su agudización producto de la pandemia de COVID-19 y el desafío de sostenimiento de la vida profundizó la discusión y el debate público sobre el tema en los países de la región, con análisis por parte de las organizaciones feministas, de mujeres y desde las políticas públicas.
Medidas para evitar el contagio, como el confinamiento y las cuarentenas, la instalación del teletrabajo, el cierre de las escuelas y centros de salud colapsados, entre otros factores, llevaron a que se duplicaran o hasta triplicaran las ya excesivas horas diarias que las mujeres dedican a cuidar y puso en evidencia la organización social injusta e insostenible de los cuidados.
Sobre ello se discutió en el conversatorio online “Cuidados al centro: Desafíos desde las políticas”, que fue organizado por la red de FESminismos, coordinado desde la Fundación Friedrich Ebert (FES), en el que participaron expertas feministas de países de América Latina y el Caribe y que fue moderado por la investigadora cubana Ailynn Torres.
Pandemia y discusión sobre el cuidado
En su intervención, la economista Patricia Laterra, de Argentina, llamó a desafiar el modelo neoliberal sobre el cuidado desde el enfoque de las tres R: “Reconocer, Reducir y Redistribuir el trabajo doméstico de cuidados como una dimensión de justicia económica”.
Para la docente de economía y género de las universidades de Buenos Aires y de La Plata, el aislamiento obligatorio visibilizó que el cuidado, tanto remunerado como no remunerado, es una actividad esencial para proveer el sostén de las personas, lo que permitió poner en relieve temáticas como la cantidad de tareas, el tiempo y los ánimos para cuidar en contextos de crisis. Puso como ejemplo las tareas asociadas a la educación de niños y niñas que se trasladaron a los hogares, al mismo tiempo que las familias teletrabajan, o los arreglos de cuidado de personas adultas mayores.
A esto se suman situaciones relativas a tareas remuneradas de cuidado, como la precarización en que se encuentran las trabajadoras de casa particular, las enfermeras y enfermeros, y todo el personal de colaboración y sostén de las tareas de salud. “Existe este fenómeno de aplaudir a las y los médicos pero no a los y las enfermeras y tampoco hay una demanda social para mejorar sus condiciones de trabajo”, sostuvo.
Laterra destacó que la pandemia es una situación crítica para los procesos de sostén de la vida de los hogares y de los espacios comunes de contención, como la calle y los comedores populares, por lo mismo presiona a mirar la responsabilidad social sobre los cuidados y a considerar los límites físicos y temporales: “Se está sacando a la superficie esta idea de los cuidados inmolados, que llevan a la extenuación de los cuerpos”.
En ese ámbito, Natalia Moreno, integrante de la Mesa de Economía Feminista y de la Mesa Intersectorial de Economía del Cuidado de Colombia, subrayó que, si bien la pandemia ha puesto el tema del cuidado en el centro del debate, esta visibilidad es producto principalmente del papel protagónico asumido por los feminismos, en particular en América Latina, el año 2019, en que se vivieron las movilizaciones más grandes del último tiempo.
La economista presentó cifras de la brecha de género en el trabajo de cuidados en Colombia antes de la pandemia, que muestran que el 90% de las mujeres hacía trabajo no remunerado, versus un 60% de los hombres, mientras que en materia de tiempo, las mujeres trabajaban en promedio 13 horas y 24 minutos al día, de las cuales 7 horas y 35 minutos eran destinadas a trabajos no remunerados. Como ocurrió en todo el mundo, con la emergencia sanitaria, el trabajo doméstico para las mujeres aumentó en a lo menos tres horas.
Datos de una encuesta en Bogotá, indican que el 80% de las mujeres considera que ha aumentado el trabajo en el hogar, versus el 75% de los hombres. Si bien la pandemia incrementó en general las cargas del cuidado, Moreno reflexionó: “Los hombres hace 100 años que no estaban confinados, mientras que al contrario, muchas mujeres viven permanentemente confinadas. En Colombia 6 millones de mujeres son amas de casa, como se les conoce coloquialmente, o sea, su espacio de trabajo es el doméstico y generalmente viven como estamos viviendo hoy la mayoría de las personas”.
El sondeo arrojó, además, que quienes han sentido más el aumento en las cargas de tareas de cuidado son las clases medias y altas, “evidentemente para los estratos más bajos no es que no haya aumentado la carga, sino que nunca han pagado por el trabajo doméstico”, especificó.
Cuidados en la política pública
Desde México, Laura Ríos, quien es parte de la Red de Cuidados de ese país, la que está integrada por organizaciones, colectivas, activistas feministas, cuidadoras, especialistas y ciudadanía interesada en construir una agenda de igualdad de género y justicia social para lograr una organización social más justa del cuidado, concuerda que el contexto actual ha sido una oportunidad para recalcar la necesidad de redistribuir el cuidado entre el Estado, la comunidad y las familias, a través de la corresponsabilidad y la incorporación de nuevas miradas desde diversos ámbitos.
Contó que la sociedad civil, en especial las feministas, impulsan una iniciativa de reforma constitucional con el objetivo que se reconozca el derecho humano al cuidado digno y el derecho al tiempo propio para las mujeres. “Que garantice el derecho al cuidado en sus dimensiones económica, social, política, cultural y psicológica, en el marco de un sistema nacional público”.
Añadió que pugnan por el reconocimiento del cuidado como un trabajo y por la creación de políticas públicas específicas de cuidado en un país que no cuenta con ellas. Por otro lado, lamentó que como parte de la política de austeridad del actual gobierno se han recortado presupuestos para programas como los refugios que atienden a mujeres que viven violencia. “También hemos observado que han proliferado programas de transferencias monetarias, lo que implica que el cuidado de los grupos prioritarios siga siendo privatizado y muy probablemente feminizado, entonces lo que se requiere es fortalecer las instancias públicas”, acotó.
Isabel Pérez, doctoranda en FLACSO Argentina y docente e investigadora de FLACSO Uruguay, país que se ha constituido como referencia en la materia al contar con un Sistema Nacional de Cuidados que data de 2015, comentó que la pandemia coincide con el cambio de gobierno donde la llegada de la derecha pone en riesgo los avances y mostrará el real nivel de institucionalización de la participación social en el sistema.
Natalia Moreno valoró que Colombia cuente con una ley que le exige al Estado realizar encuestas de uso del tiempo, “que se volvió una variable fundamental para descifrar la desigualdad” y la incorporación en el Plan de Gobierno de Bogotá de un sistema distrital de cuidado.
Estimó que si bien existe una mayor visibilización de la crisis de los cuidados en espacios como el sector privado, en el marco de la responsabilidad social empresarial, y en los medios de comunicación, cuestionó una especie de “embellecimiento” al cubrir el tema. “Las mujeres que tienen tres cargas y si pueden”, y el que todavía se aborde desde el reconocimiento y no como un problema estructural que está en las raíces de la desigualdad económica de las mujeres, “no se habla de la división sexual del trabajo como una estructura de dominación de las mujeres, no hemos dado ese salto”.
De igual manera, Moreno celebró la exigencia por políticas conenfoque interseccional, que consideren otros tipos de familia. “No sirve hablar de la división sexual del trabajo en el marco de una familia heterosexual, los trabajos se reparten igual de manera desequilibrada en otros tipos de familias, no necesariamente nucleares”, apuntó.
Patricia Laterra, en tanto, detalló que en Argentina el cuidado no remunerado se incorporó en la agenda de gobierno de manera reciente con la asunción del nuevo gobierno en diciembre de 2019 y la inauguración del Ministerio de las Mujeres, Géneros y Diversidad, que cuenta con una Dirección de Política de Cuidado que trabaja en la construcción de un mapa federal de los cuidados, que permitirá tener un panorama de los servicios de cuidado existentes, un espacio donde la sociedad civil y las academias colaboran para avanzar en la agenda de cuidados en un momento fiscal restrictivo, no solo por la pandemia, sino bajo el peso de la negociación de la deuda externa.
La becaria doctoral CONICET en temas de economía feminista, resaltó el rol de los feminismos populares en la construcción de una alternativa necesaria para el sostenimiento de las condiciones de vida en pandemia, a través, por ejemplo, de las ollas populares para enfrentar los problemas de hambre y pobreza, y cómo estos se incorporaron al debate del cuidado, “no porque antes no fueran un actor relevante sino porque ahora se les está dando el lugar en esta discusión”, y explicó que uno de los principales puntos de tensión con las políticas de gobierno sigue siendo el cuidado como un problema social y no de las mujeres, “hay una puja desde los feminismos populares y las organizaciones de la sociedad civil que por muchísimo tiempo construyeron una agenda de los cuidados al margen de los Estados”, sostuvo.
Desafíos
Ailynn Torres advirtió sobre un posible panorama post pandemia. “Luego de la emergencia sanitaria es muy probable que la narrativa de parte importante de los gobiernos sea la de salvar la economía. En la práctica las políticas económicas aparecen enfocadas al recorte de presupuestos sociales”, planteó, para invitar a las panelistas a la reflexión sobre los desafíos que se vienen.
Natalia Moreno expresó que este es un momento histórico “de cobrar lo que las feministas hemos dicho hace siglos, que el cuidado si es trabajo, si genera producción, si genera valor, que también es economía”. A su juicio, el primer reto es hacer frente a la utilización de la austeridad del gasto social. “No permitir la reinvención del capitalismo para recuperar su tasa de ganancia, usando el espacio doméstico como un espacio de explotación, donde además no hay redistribución de los cuidados, entonces terminamos las mujeres asumiendo no solo los costos asociados a la producción de bienes y servicios, sino también los de la reproducción de la vida y de la producción del trabajo de cuidado”.
Agregó que, como lo ha demostrado esta crisis, es fundamental volver a los cuidados comunitarios en el marco del trabajo decente, como un mecanismo para la redistribución de los cuidados, junto con lograr que las políticas de cuidado sean sostenibles, transversalizadas y garanticen oportunidades para las mujeres. Relevó que el sistema debe tener una estrategia pedagógica de cambio cultural, “para que la sociedad entienda que sin cuidado no hay vida, en ningún sentido, ni economía, no existen ni las personas, ni los hogares ni las sociedades”.
Isabel Pérez advirtió que el mensaje de salvar la economía ya está puesto en la agenda, frente a lo cual hay que politizar los cuidados en todas las esferas de la vida, “en su vínculo con lo educativo, con lo laboral, en la negociación colectiva, llenar todos los espacios en los que la sociedad se piensa organizadamente”, puesto que de otra forma se puede debilitar el avance alcanzado en Uruguay.
Laura Ríos mencionó la relación entre los cuidados, la naturaleza y los ecosistemas. “Uno de los desafíos más importantes que identificamos en México son representantes gubernamentales con políticas machistas, extractivistas y que privilegian la inversión en rubros que no son la protección social”, sentenció.
Mientras que Patricia Laterra reiteró que la pandemia ayudó a mostrar los cuidados como un problema social y que se debe pensar en desprivatizar, desfeminizar y colectivizar la responsabilidad de cuidar. “Hoy el cuidado se aborda como un problema de las personas dependientes y quienes proveen el cuidado por excelencia que son las mujeres, y no se habla de la responsabilidad social de los varones a cuidar, como tampoco de otros arreglos de cuidados y otras posibilidades de vida que existen”.
Remarcó que los cuidados “siguen siendo un problema de la cissexualidad y de la heterosexualidad. Un problema es cómo se cuidan quienes fueron expulsados de sus hogares o tienen otros arreglos por fuera de la familia nuclear, qué pasa con las poblaciones LGTBQ, no binarias, que son las más precarizadas, las personas trans”.
Por último, reparó en la necesidad de una política fiscal que permita inversión estatal en los cuidados, pensando en sistemas de cuidados para las sociedades futuras, “que seguro no serán como las anteriores y, en ese sentido, hay que hablar de verdaderas reformas fiscales que puedan dar lugar a sociedades más justas”.
En el conversatorio, la periodista chilena Javiera Vallejo presentó la cartilla “Los cuidados al centro”, herramienta para pensar y difundir algunos conceptos e ideas clave en torno a los cuidados, desarrollada por el Grupo sobre Economía de los Cuidados y Procesos de Reproducción Social del proyecto regional FESminismos “El Futuro es Feminista”, que está disponible para descarga.
Este artículo también fue publicado en Página19 y forma parte de una cooperación con este medio.
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