15.04.2020

Lecciones del encierro

En muchos países del mundo se declaró el aislamiento obligatorio, estar confinados en nuestras casas ha puesto el foco en la cotidianidad del hogar. Sin la excusa de salir a cumplir una cita o participar en una reunión, todas las actividades transcurren puertas adentro. Lo que parecía tan importante y que se jugaba en el exterior, dejó momentáneamente de importar.

Lo íntimo, lo que pasa tras bastidores, nunca ha sido un espacio para exhibir, nadie publica una selfie lavando un baño o sacando la basura, porque el mayor valor de nuestra vida está en el afuera. Esa, entre otras razones, hace que, por ejemplo, la crianza de un niño pequeño resulte tan insoportable. Ese es un acto intimista y en una sociedad del espectáculo la rutina del cuidado de una persona no es episodio para publicitar. Sin embargo, hay una raíz más profunda en esa tendencia, asociada al desprecio por las labores de cuidado y del mantenimiento de la vida.

Ahora bien, este novedoso encierro revela el reto creativo que supone planear los menús diarios y el tiempo que toma la limpieza de casa. Entonces es visible la trascendencia de las labores que nos permiten llevar a término nuestros días. El tiempo se hace corto para cocinar, lavar platos, limpiar la casa. Ese cambio de foco puede hacernos repensar el esfuerzo que implica sobrellevar las labores del cuidado personal y familiar. Sin la posibilidad de huir del encierro doméstico, lo privado se hace muy político y se transparenta la importancia del despreciado trabajo de sostenimiento de los hogares que en general seguimos asumiendo las mujeres.

Para quienes tienen hijos pequeños en casa el reto se magnifica. Hay que guiar los deberes escolares, atender las clases en línea y acudir a la creatividad para hacer llevaderas las horas de los niños en el hogar. Entonces la crianza toma otro lustre y de nuevo somos, en una mayor proporción las mujeres, quienes a diario llevamos las riendas del cuidado de los hijos.

A su vez, la coyuntura ha hecho que la gente reclame Estados más robustos o demande ampliar la cobertura en salud. Todas esas son justas demandas, pero quizá esta nueva temporalidad también permita poner los ojos en el corazón de la desigualdad de género que es muy latente en las labores que en casa cumplen hombre y mujeres.

También es hora un cambio de mirada que reconozca la importancia de los conserjes, las personas de la limpieza. Con su ausencia a sus trabajos ahora podemos ver más claro que esas labores, muchas veces ejercidas por mujeres o asociadas al universo laboral femenino, son vitales en el mantenimiento de las rutinas de vida, sobre todo en las ciudades. Quizá, se vengan renovadas reflexiones sobre la necesidad de mover las estructuras que sustentan la explotación social y haya una reconciliación con el escenario privado. El llamado es a aceptar lo que el feminismo clama desde hace mucho tiempo: el orden social se soporta en el trabajo invisibilizado y no pago (o mal pagado) de reproducción de la vida, que las mujeres hacemos a diario en el silencio de nuestros hogares y espacios de existencia de las demás personas.

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