“A Toda Marcha” se llamó el encuentro de reflexión organizado por Revolución Democrática el pasado 14 y 15 de noviembre en Santiago de Chile.
“A Toda Marcha” se llamó el encuentro de reflexión organizado por Revolución Democrática el pasado 14 y 15 de noviembre en Santiago de Chile. En la cita que convocó a pensadoras, activistas, políticos y teóricas de los movimientos de izquierda y de mujeres, las especialistas Mercedes d’Alessandro (Argentina), Verónica Schild (Chile-Canadá), Camila Bustamante (Chile) y Claudia Sanhueza (Chile) vivieron un interesante debate sobre economía feminista.
Ni el excesivo calor de la tarde sabatina ni la agitada agenda social de Chile, en medio de amplias movilizaciones ciudadanas, frenaron el debate organizado en el marco del encuentro “A Toda Marcha”. El Museo de la Memoria y los Derechos Humanos fue lugar encargado de acoger el debate que convocó a cuatro mujeres de diversas áreas de conocimiento y del activismo a compartir sus propuestas para derribar el modelo capitalista.
La doctora en Economía de la Universidad de Buenos Aires, Mercedes d’Alessandro, comenzó su exposición saludando la lucha protagonizada por estos días por el pueblo chileno. “Lo que está pasando en Chile no es sólo la manifestación en la calle, se están derribando teorías económicas. La están derribando con la bandera mapuche en alto. La están derrumbando no sólo con la sangre de la gente en la calle y con los ojos de esos niños agredidos, sino que la están derrumbando porque están mostrando que esos modelos no van más. Y lo hacen en el marco de una Latinoamérica completamente convulsionada”, señaló.
En toda la región hay una cuestión estructural, reforzó Mercedes: la desigualdad tiene rostro de mujer. “No es solamente que un pequeño porcentaje de la población se apropie de la gran masa de las riquezas que producen nuestros pueblos y tierras, sino que además dentro de ese pequeño grupúsculo de ricos hay menos mujeres ricas, pero a la vez en esa masa de pobres la mayor parte son mujeres. Son las campesinas, las que viven en las villas y poblaciones, en las favelas, son mujeres que además deben parar la olla”, añadió la cofundadora de la organización Economía Femini(s)ta.
En este escenario, la economista recordó la importancia de que las mujeres estén sentadas en las diversas mesas de discusión política, así como en la construcción teórica del debate: “Leí apenas a dos mujeres en toda mi carrera: Rosa Luxemburgo y a Joane Robinson, pero no en la currícula, sino en los grupos de estudios que hacíamos para poder leer a los autores que quedaban fuera”.
Camila Bustamante, socióloga e integrante de la Cooperativa de Economía Feminista Desbordada, complementó dicha idea: “La economía feminista no es algo que se enseñe en las aulas. Desde ese lugar a mí me gustaría plantear que el estallido social tiene su origen en la desigualdad brutal, social y económica producto de este modelo neoliberal impuesto en dictadura. El feminismo ha aportado bastante en el nivel de problematización que había respecto a ese sistema desigual. Fuimos las mujeres las que el 8 de marzo estuvimos levantando la demanda contra la precarización de la vida”, recordó.
Las expertas llamaron a mirar la economía feminista como una herramienta útil para evidenciar que el sistema actual se ha centrado sólo en lo que los mercados necesitan. De este modo, se ha invisibilizado por décadas la importancia del trabajo reproductivo, el trabajo doméstico y de cuidados, que es realizado principalmente por mujeres y sin remuneración.
“Hogar que Valora”, una reciente campaña informativa liderada por FES y el Sindicato de Trabajadoras de Casa Particular (Sintracap) en Chile llamó a visibilizar las condiciones precarias del gremio en el país: muchas de ellas no cuentan con contratos de trabajo que protejan sus derechos y establezcan claramente sus labores. Tampoco tienen garantías ante el desempleo o ante accidentes en el trayecto. Además, un 52,6 % de las trabajadoras de casa particular gana menos que el sueldo mínimo mensual (CLP 270.000; lo que equivale a 360 USD).
En este escenario, la socióloga Camila Bustamante recalcó que “cualquier transformación requiere revalorizar el trabajo doméstico como piedra angular de la existencia y posibilitador de otros trabajos. No se trata de que los hombres laven más ropa o cambien más pañales, sino de una reconfiguración completa. Creo que es importante fortalecer capacidades en el Estado para hacerse cargo de los cuidados y quitarle terreno a la privatización”.
En la charla, la investigadora chileno-canadiense en temas de Estado, Economía Política y Género y profesora emérita de Ciencias Políticas en la Universidad de Western Ontario, Verónica Schild, llamó a reconstruir el tejido social y a reflexionar cómo nos planteamos como mujeres feministas en un proyecto anticapitalista.
“Hay un discurso feminista de las universidades muy centrado en estos programas focalizados contra la pobreza, del emprendimiento, de las microempresas, se va instalando un concepto de ser mujer autónoma que es válido, pero también muy restringido. Se le dice a la mujer que tiene que salir y valerse por sí misma, pero la única alternativa para esos proyectos es el mercado. Es algo que se hizo a partir de prácticas y discursos feministas, por lo tanto, una tarea importante ahora es que no se repita. No transformar a las hermanas feministas en clientas”, argumentó.
Schild recalcó que existe el peligro de volver a invisibilizar distintas agendas feministas. “A mí modo de ver no hay una sola y muchas de ellas en este momento tienen que ver fuertemente con temas de clase y territorio que están afectados por una dimensión ecológica. Como dice Silvia Marcos, una antigua feminista mexicana, el desafío es seguir cultivando una ecología de saberes feministas. Es decir, no sencillamente reproducir uno. Reconocer que hay distintos proyectos e inquietudes, pero también concepciones y propuestas etimológicas para plantearse ante el mundo”.
Hablar de clase y feminismo es fundamental, insistió la investigadora: “Estamos en una sociedad capitalista, me preocupa cuando hablamos sólo de desigualdad, porque me parece que se evita la clase y lo matizamos”.
Por su parte, la economista chilena Claudia Sanhueza, investigadora del Centro de Estudios de Conflicto y Cohesión Social (COES) abordó la importancia de mirar el problema económico desde diversas perspectivas sociales.
“Tiene que ver con lo que estamos viviendo hoy en Chile, que es que el problema económico es el gran problema de la sociedad. El mismo problema constitucional hoy es justamente que la Constitución del 80 distribuye el poder sólo en términos del poder económico y privatiza todas las dimensiones de la vida, poniendo un énfasis fuerte en lo que es el sector privado, invisibilizando todo lo que no se vende en el mercado y no se produce en términos reales. En términos prácticos, sólo lo que se transa en el mercado es lo que va a importar en la sociedad”, cuestionó.
Sanhueza añadió que “cuando hablamos e investigamos sobre economía feminista, lo que se define ahí es estudiar el problema económico y un abanico más amplio de problemas con un set más grande de herramientas. Cuando queremos estudiar la economía feminista, lo que necesitamos es no sólo economistas: sociólogas, antropólogas, psicólogas, es una multiplicidad de miradas, porque el problema no es sólo el dinero, necesitamos más formas de estudiar ese problema”.
Su par argentina Mercedes d’Alessandro recordó que el feminismo en sí se plantea como una lucha abierta contra la desigualdad. Por ende, debe ser una pelea contra “el sistema capitalista que produce y reproduce la desigualdad. Tanto al feminismo como al ecologismo muchas veces los dejamos para cuando superemos el problema coyuntural y tengamos tiempo de estos otros problemas que parecieran no ser tan urgentes. Son herramientas necesarias para abordar los problemas de hoy y ninguna propuesta puede venir sin un contenido feminista y ecologista. De otro modo vamos a estar en la misma y cada vez peor, que es lo que nos viene sucediendo. Con más pobreza, con más desigualdad, con un planeta más contaminado, con más devastaciones”.
Al cierre, Claudia Sanhueza apuntó sus críticas al sistema de pensiones que rige en Chile, basado en el modelo de capitalización individual y aseguró que se trata de un “ejemplo de política pública antifeminista”.
“No valoriza la vida. Si una mujer llega a los 65 años y no trabajó, entre comillas, no tiene derecho a nada. Ni a una pensión básica. No se le reconoce su vida, nada de lo que hizo, si crió hijos o no, si cuidó a alguien, nada. Tampoco hay en el sistema una solidaridad entre quienes vivimos en una sociedad, entre generaciones. Si a los viejos les tocó una crisis, qué lástima. Si bajaron las rentabilidades, qué pena. Por último, es un sistema capitalista al máximo, de ahorro individual. Lo que nosotros contribuimos como sociedad regularmente es al capital, a financiar inversión real, para allá se van nuestros ingresos. Es un sistema que alimenta el mercado de capitales, está ahí para financiar inversiones que el mercado valora, con ninguna consideración sobre cómo ese mercado afecta o no la vida misma. Podríamos estar gastando nuestras contribuciones en inversiones que atentan justamente contra el equilibrio del ecosistema y por lo tanto a cómo sustentamos la vida en el futuro”, explicó.
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