08.11.2019

El primer dato sobre feminicidios en Cuba

Tener un primer dato público sobre feminicidios es una victoria conquistada a muchas manos. Es, también, una victoria parcial.

Cuba se suma a la lista de países que habla de feminicidios. Así lo reconocieron fuentes oficiales a finales de abril pasado en un informe nacional ofrecido a la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), sobre cómo se afronta la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible. Aunque el informe es de 2019, el dato específico es de 2016. En ese año, la tasa de feminicidios fue 0.99 por cada 100.000 habitantes de la población femenina de 15 años o más. Para similar período, esa tasa es baja en comparación con países como El Salvador, Honduras, Guatemala, México o Brasil; y alta en relación con Perú, Chile o Panamá.

Según la Oficina Nacional de Estadísticas, en 2016 la población contabilizada como mujeres en esas edades era de 5.052.239. Entonces, aproximadamente 50 mujeres fueron asesinadas en delitos calificables oficialmente como feminicidios. Alrededor de una por semana.

El primer dato

Un año atrás parecía improbable contar con un número sobre estos crímenes. Desde 2005 los feminicidios son un tema de interés internacional y regional, sin embargo en Cuba se trataba como un asunto del extranjero. No ha sucedido lo mismo con la cuestión general de la violencia hacia las mujeres, que ha tenido más diligencia.

Las Casas de Atención a la Mujer y la Familia de la Federación de Mujeres Cubanas tienen agendada la cuestión desde 1990.

Diferentes instituciones, colectivos, proyectos y/o esfuerzos ciudadanos, trabajan o han trabajado sobre lo mismo. La lista es larga: las campañas Evoluciona, Únete, Eres más, Van de la mano, la Red de Mujeres Afrodescendientes, el Grupo Afrocubanas, la Red Barrial Afrodescendientes, el proyecto Nosotrxs, el Club del Espendrú, el dúo Obsesión, los blogs Negra Cubana Tenía que Ser y Asamblea Feminista, el espacio Mirar desde la Sospecha, la Cátedra de Estudios de la Mujer de la Universidad de La Habana, el espacio Bertha Cáceres del Instituto de Filosofía, la plataforma SemLac-Cuba, otros muchos. Intelectuales y artistas se han pronunciado, en distintas coyunturas y sistemáticamente, frente a casos de violencia de género.

En los últimos dos años, la agenda de los medios no oficiales (en todo su espectro) ha multiplicado la presencia de trabajos sobre esos temas. Los medios oficiales también muestran un aumento cuantitativo de su atención al respecto. Las visiones son diversas. No es posible hablar de un enfoque feminista compartido, sino de un mayor interés sobre el campo.

El acoso sexual callejero está siendo, en la actualidad, uno de los primeros planos. Otras violencias de género reciben menos atención. Es más escaso el debate sobre la violencia en espacios laborales, políticos, culturales, educativos o académicos. Tampoco se ha ahondado en la relación entre violencia, desigualdad y autonomía económica de las mujeres. La concientización de que la llamada violencia doméstica no es un asunto privado, sino que requiere intervención pública, aún está en ciernes.

Sin embargo, no cabe duda de que el panorama ha cambiado a favor de la visibilidad del tema, sobre todo en La Habana y en algunas cabeceras provinciales. Menos en los municipios y pueblos rurales, o en los márgenes de la vida urbana. También es claro que en las estructuras institucionales hay algún grado de escucha.

En 2018 se creó en Cienfuegos el primer gabinete jurídico contra la violencia de género. No ha habido noticias sobre cuál ha sido el curso de su funcionamiento, pero la institucionalidad está creada y esperamos que para bien de esa provincia y del país.

En ese mismo año y lugar tuvo seguimiento –por primera y única vez hasta el momento– el asesinato de una mujer por tres hombres, previa violación. El suceso resonó en todo el país, en gran medida a través de las redes sociales. El tratamiento en los medios locales fue digno, a pesar de la falta de entrenamiento en esos temas. Los medios no oficiales hicieron lo propio.

Adicionalmente, en la novísima Constitución de la República de Cuba se reconoce la violencia de género como un problema a atender. Ese compromiso estatal es, probablemente, uno de los pasos mejor dados en el texto constitucional, que en otros sentidos acumula desaciertos.

Por todo lo anterior, este primer dato sobre feminicidios es una victoria conquistada a muchas manos. Es, también, una victoria parcial.

¿Qué dice, qué no dice, qué podría decir?

El dato ofrecido a la CEPAL, aunque valioso, es deforme. Para empezar, el problema –los feminicidios– está subcalculado.

Técnicamente, dentro del crimen de feminicidio algunos países especifican los “feminicidios íntimos”. Ahí se incluyen los asesinatos de mujeres a manos de sus parejas, ex parejas, familiares o convivientes. El corte cubano, sin embargo, es aún más específico: solo parejas o ex parejas.

Esa definición no permite hablar de feminicidio si quien asesina es un conviviente distinto de la pareja, por ejemplo. Tampoco consideraría a Leydi Maura Pacheco Mur, la mujer asesinada en Cienfuegos en típico acto feminicida, después de haber sido violada. Ni a Tomasa Causse Fabat (Cienfuegos, 2018) o a Delia Echeverría Blanc (Santiago de Cuba, 2017), ambas asesinadas por las ex parejas de sus hijas, también violentadas. Entonces, las aproximadamente 50 mujeres reconocidas como víctimas de feminicidio en 2016, son solo una parte del total de hechos calificables como tal.

En Cuba los feminicidios no son una categoría jurídico-penal. Por tanto, los crímenes no se registran ni se observan con esa lupa. Para calificar un asesinato como feminicidio no basta que la víctima sea a una mujer, sino que hay que analizar las circunstancias del crimen, quiénes lo realizan, si media violación o abuso, etcétera. Si los procedimientos penales no reconocen los feminicidios, es muy difícil contabilizarlos.

Ahora, el dato sobre feminicidios que aparece en el informe cubano permite otros análisis. Allí se menciona, escuetamente, que entre 2013 y 2016 disminuyeron en un 33% los casos. Dando por cierta esa información, es posible calcular el número de feminicidios por parejas y ex parejas en 2013. Si en 2016 fueron 50, en 2013 fueron 66. Para ese último año, la tasa fue de 1.40, superior al 0.99 de 2016.[i]

Según el Anuario Estadístico de Salud, en 2013 el total de mujeres muertas por agresiones fue de 143. Y en 2016, 121.[ii] La conclusión, en términos proporcionales, es la siguiente: en 2013 el 46% de las muertes de mujeres a causa de agresiones fueron feminicidios realizados por parejas y ex parejas. En 2016, estos representaron el 41%.

Esos cálculos, oblicuos a falta de información clara y sistemática, muestran un hecho: aún cuando varió la cifra total de mujeres muertas por este tipo específico de agresiones en cada año, la proporción de mujeres asesinadas por sus parejas y ex parejas tuvo poco cambio.

Si comparamos con cifras globales, hay nuevas pistas. Según un informe de la ONU publicado en noviembre pasado, en 2017 el 34.48% de los asesinatos de las mujeres en todo el mundo fueron cometidos por sus parejas o ex parejas. La proporción cubana supera la global. La conclusión política es que, en Cuba y en relación con sus propios estándares, el hogar y las relaciones íntimas son un lugar de mayor peligro respecto a la tendencia mundial; y son un lugar casi de igual peligro que el espacio público nacional.

Aunque las tasas cubanas son inferiores a las globales y a las latinoamericanas (en América latina la tasa de homicidios de mujeres por sus parejas o ex parejas fue de 1.6 en 2017), la proporción respecto a las muertes totales es superior. Ese hecho debería ser una pista central para las políticas públicas y para los esfuerzos ciudadanos en la lucha contra la violencia.

Al mismo tiempo, parte de los feminicidios se cometen como parte de largas cadenas de abusos y violencia. Según una entrevista que realizó IPS a Ivon Ernard, psiquiatra que coordina la Consejería a Mujeres en Situaciones de Violencia, las mujeres que llegan a la Consejería han sido violentadas por entre cinco y quince años antes. Muchas de ellas, o de las que han terminado muertas, han denunciado a sus agresores, y han recibido por respuesta acciones institucionales mínimas.

La escritora Laidi Fernández de Juan relató impecablemente esa ruta con su mini cuento “Naderías”

Le hizo lo que le hizo y ella se puso como se puso, por lo cual ella tuvo que responder como respondió, y todo acabó como acabó, porque él no podía quedar como se quedó, ni ella dejar de decir lo que dijo, y por eso cuando llegó la policía pasó lo que pasó, y los vecinos se escondieron como se escondieron, mientras ella gritaba como gritaba y los niños corrieron como corrieron y el gobierno se hizo como el que hacía, pero todos supieron que no pasaría nada, y que de nuevo él haría lo que haría y ella iba a quedar como iba a quedar, porque ha sido tan igual como ha sido siempre.

En Cuba no son impunes los asesinatos y en general está garantizado el proceso penal en esos casos. Sin embargo, juzgar una vez sucedida la muerte no es la única respuesta necesaria, ni siquiera es la más eficiente. Asegurar que las mujeres y las niñas tengan garantías suficientes para su seguridad en la comunidad, la casa, los espacios de trabajo, tránsito o esparcimiento, es el verdadero y más honesto gesto contra la impunidad.

Ahora que fuentes oficiales en Cuba reconocen que hay feminicidios, estamos un paso adelante para analizar el problema, escarbar sus causas, pensar en mejores soluciones. Tenemos en contra la convicción de que “entre marido y mujer nadie se debe meter”, las rutinas institucionales ciegas o miopes a la violencia machista, y la falta de estadísticas y análisis. Tenemos a favor el trabajo de muchas personas, la sensibilización creciente sobre el tema y ahora tenemos, también, un primer dato.

[i] La población de mujeres mayores de 15 años en ese momento era de 4.699.120

[ii] Aunque parece ser grande la disminución entre 2013 y 2016, no deben sacarse conclusiones apresuradas antes de observar la serie. En los últimos cinco años, se han comportado como sigue las muertes de mujeres por agresiones: 143 (2013), 157 (2014), 137 (2015), 121 (2016), 130 (2017), 114 (2018).

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