Una toalla sanitaria con alas, de 11 por 6 metros, avanza sobre la calle de Madero en el Centro Histórico de la Ciudad de México.
Una toalla sanitaria con alas, de 11 por 6 metros, avanza sobre la calle de Madero en el Centro Histórico de la Ciudad de México. Por su tamaño, ha de ser nocturna, pensarán algunas. La sangre menstrual yace en el centro, como una mujer roja que se ha recostado y sus formas se tornan redondas y aleatorias. La toalla no marcha sola, si esto no es una crónica de ficción, la sostiene la fuerza de unas 13 mujeres.
“¡Señora, señorita!, ¿sabía que pagamos IVA por menstruar?”, pregunta la voz amplificada por el megáfono de una de las integrantes del colectivo Menstruación Digna México. “¡Buuuuuu!”, le responden sus compañeras en coro. Las personas que a eso de las 9, 9:30 de la mañana caminan por esa calle las miran extrañadas. Probablemente debajo del cubrebocas escoden un marcado gesto de admiración.
“Ya conseguimos que la Cámara de Diputados aprobara la ley de menstruación digna, pero aún falta que lo haga el Senado”, dice Anahí Rodríguez, vocera del colectivo. La reforma a la Ley General de Educación obligará a las autoridades educativas a entregar toallas, tampones y/o copas menstruales. También falta la eliminación del Impuesto al Valor Agregado (IVA) en estos productos.
En México, cuatro de cada 10 niñas dejan de asistir a la escuela cuando menstrúan, “y una de las causas es porque no tienen productos para gestionar su menstruación, pues no cuentan con los recursos para comprarlos”. En todo el mundo, agrega, pierden entre 10 y 20% de sus días escolares por este motivo.
Y a pesar de que el artículo 10 de la Ley Nacional de Ejecución Penal indica que las mujeres privadas de su libertad deben recibir “los artículos para satisfacer las necesidades de higiene propias de su género”, esto no sucede. Más del 60% de las prisiones no contempla el gasto para comprar estos artículos, comentan las activistas del colectivo.
Apenas pasan de las 7 de la mañana, Anahí Rodríguez está en la Plaza de la Constitución. Ella y sus compañeras han tendido una lona gigante en forma de toalla. Los contornos y las alas son color morado y unas letras blancas dicen: “La gestión menstrual es un derecho”.
“Es la primera manifestación que, desde Menstruación Digna México, hacemos en las calles. Pero también es la primera que se hace en el país sobre este tema”, cuenta la joven. El pretexto para salir fue el Día Internacional de la Higiene Menstrual que se conmemora, claro, el día 28, y el mes elegido es mayo.
“Exigimos tres puntos”, enumera: que los productos para la menstruación se entreguen de manera gratuita en las escuelas de nivel básico, que quienes los tengan que comprar no paguen IVA por ellos y que desde el Estado se generen investigación para saber cómo las personas en México vivimos la menstruación.
Este movimiento, que actualmente reúne a 38 organizaciones sociales, inició en 2019. En junio de 2020, ya bien entrada la pandemia de covid-19, la feminista Martha Tagle, quien era diputada federal por Movimiento Ciudadano, junto con otras legisladoras también feministas, como Wendy Briceño, de Morena, presentaron la ley de menstruación digna.
En abril de este 2021 el pleno de la Cámara de Diputados la aprobó, ahora le toca al Senado.
Casi dan 10 de la mañana, la toalla dejó el Zócalo y avanza por la calle de Madero. La mayoría de las activistas que la cargan viste una prenda roja, una sudadera, una chamarra o una blusa. Todas diferentes. Las ropas y ellas. Hasta quienes integran la Brigada Humanitaria de Paz Marabunta —que acompañarán este recorrido hasta el Senado—, con su característico uniforme rojo y negro, combinan con la sangre en la comprensa.
El alboroto andante atrae miradas en esa calle, la cual se ha convertido en termómetro de la cada vez más inminente salida de miles de personas que se mantuvieron en resguardo durante lo más difícil de la pandemia de covid-19.
Un joven que camina hacia el Zócalo se detiene para asomarse hacia la toalla. Una de las activistas aprovecha para entregarle un tríptico, él recibe y lo primero que lee es: “¿Por qué la gestión menstrual es un derecho?”.
Frunce el ceño, y busca con la mirada a la feminista, quizá le quiere preguntar algo pero ella se ha ido. Vuelve al papel y sigue leyendo: “La menstruación es un proceso biológico que ha sido considerado un tema personal y privado, del cual no se habla de forma pública”.
Echa la cabeza para atrás y vuelve a buscar a la joven. Por el movimiento de su mano, que gira hacia arriba, parece que la pregunta es: “¿Y por qué me das esto a mí? Yo no menstrúo”. Vuelve al papel y se encuentra con la última frase: “¡Rompamos el tabú!”.
“Menstruar no debería ser un lujo”, dice Paulina Castaño, del Centro de Análisis e Investigación, Fundar, una de las organizaciones que integran el movimiento. En 2020, en la discusión para el presupuesto de 2021, las diputadas aliadas, así como las integrantes de Menstruación Digna México, intentaron que se eliminara el impuesto de 16% a los productos de gestión menstrual.
La mayoría en la Cámara se impuso y no lo permitió. “Eliminar un impuesto es complicadísimo”, reconoce. “El problema es que el gobierno se está haciendo de recursos a través de la menstruación de mujeres y de personas menstruantes, a través de un proceso bilógico. La Secretaría de Hacienda y Crédito Público (SHCP) puede aplicar otros mecanismos, como una reforma fiscal progresiva o cobrar un impuesto a la riqueza”.
Con base en la información disponible, la investigadora del Programa de Justicia Fiscal de Fundar estima que la recaudación por esos productos asciende a más de 3 mil 400 millones de pesos al año. Solicitaron los datos precisos, pero el Servicio de Administración Tributaria (SAT) respondió que no está obligado a proporcionarlos.
Sin información detalladas y ante la negativa en el Poder Legislativo acudieron al Judicial. Promovieron una acción de inconstitucionalidad en contra de las leyes de ingresos 2021 y la del IVA por ser discriminatoria contra las mujeres. La petición fue admitida para ser analizada, “esperamos que se pronuncien a favor. Es difícil, pero no imposible”.
Y ellas no lo dejarán al azar. Redactan ya un amicus curiae, una estrategia jurídica con la que pueden ofrecer a la Corte su opinión sobre este asunto. También le pedirán a las activistas y organizaciones de Colombia que presenten, por su parte, este mismo recurso en la SCJN mexicana.
En 2019, mediante una acción de inconstitucionalidad, ellas lograron que la Corte colombiana determinara que el Estado está obligado a brindar las condiciones para una menstruación digna.
El tiempo apremia, pues en los siguientes meses se emitirá una nueva ley de ingresos, la de 2022, y la que ellas están impugnando es la de 2021.
“¡En este cruce también menstruamos, en este cruce también menstruamos!”. Por si alguien duda, niega o no quiere enterarse, ahí está la toalla gigante sobre el asfalto, atravesada a lo ancho de las cebras de vialidad. Las activistas han llegado a la avenida Eje Central.
Las personas que dejan la Avenida Juárez y cruzan el Eje para continuar por Madero han de hacerlo sobre la toalla, pero muchas la evitan y caminan a un lado mirando ese rojo intenso que les recuerda a la sangre menstrual. “¡Adelante, no pasa nada, caminen sobre ella!”, les animan. Al megáfono, una joven anuncia: “¡Conozca la toalla más grande del mundo!”. Pero hay quien prefiere mirar hacia otro lado.
Es hora de seguir el camino. Cada una toma su lugar y levantan la compresa colosal y marcha sobre avenida Juárez. Pasan por la antimonumenta clavada en la banqueta a fuerza de indignación por los miles de feminicidios. Con su peso a cuestas, todas miran las cruces rosas con los nombres de mujeres asesinadas.
En el siguiente semáforo cambian de acera, hacia la Alameda Central. “¡En la Alameda también menstruamos, en la alameda también menstruamos!”. Siguen entregando trípticos, ahora lo recibe una adolescente sentada junto a su novio en una de las bancas. Cuando lee de qué se trata, lo aparta enseguida de él y lo esconde entre sus manos.
“Hay que desmitificar muchas ideas alrededor de la menstruación, pero esto sólo se logra rompiendo el tabú”, dice Laia Cerqueda, fundadora del proyecto Wey Cup Mx, dedicado a la salud de las mujeres. “El primer trabajo es en casa”, que las familias hablen de este tema con naturalidad, porque lo es. “Debemos entender que venimos de la menstruación, de ahí nos formamos, sin la menstruación no existiríamos”.
La activista ha llevado este proyecto a Michoacán, donde el Congreso ya aprobó la ley de menstruación digna. En una primera fase, la Secretaría de Educación Pública local proporcionará información a estudiantes. En una segunda etapa entregará los productos de gestión menstrual.
“Pero esta enseñanza debe ser diferente a la que se ha proporcionado hasta ahora, de sólo lo que dicen los libros, una persona al frente hablando y las niñas y los niños sentados recibiendo esa información. No, esto debe integrar el juego, la experiencia”.
Mediante obras de teatro y otras dinámicas, ha comenzado a explicarles este proceso. “Ahora, cuando llegan a su casa corrigen a su familia: ´¡Eso no se dice, la menstruación es buena!´”.
Laia Cerqueda plantea la necesidad de una mirada radicalmente diferente sobre la menstruación. En el sistema patriarcal se ha creado todo un negocio con los cuerpos menstruantes y no sólo con la venta y el impuesto a los productos, sino con los métodos para paliar los síntomas o las condiciones de salud alrededor de la menstruación, explica.
Algunas mujeres y personas menstruantes con condiciones como endometriosis u ovarios poliquísticos experimentan dolores extremos, a veces incapacitantes cada mes. “Es un proceso biológico, no debería doler. Cuando alguien hace pipí y le duele, sabe que probablemente tenga una infección u otro problema” y acude a consulta. “Entonces, ¿por qué normalizamos el dolor de la menstruación?”.
Las terapias de reemplazo hormonal se han convertido en un gran negocio, dice. “Nuestros cuerpos son silenciados con las hormonas, creando ciclos anovulatorios”, es decir, que dejan de ovular, “desconectando a la mujer del ciclo menstrual, cuando realmente el camino a la sanación y la salud menstrual real es la aceptación de su ciclo. En México tenemos plantas endémicas potentísimas y acercarnos a la ancestralidad es una forma de sanar nuestros úteros”.
Hace un rato que dieron las 11 de la mañana. El sol de mayo y los más de 3 kilómetros recorridos con una toalla gigante a cuestas ha dejado exhaustas a las activistas, pero llegaron a la parada final: el Senado de la República. Tienden la compresa frente a la fachada principal, ciclistas y automovilistas sobre el Paseo de la Reforma se distraen unos segundos para mirar de reojo semejante toallón.
En esa Cámara la minuta de la ley de menstruación digna aguarda a que inicie la LXV Legislatura y haya voluntad política para discutirla y aprobarla. Desde afuera, las activistas gritan las últimas arengas para exigirlo, con la esperanza de que el eco permanezca hasta que termine el receso legislativo.
Lo mantendrán vivo insistiendo en una reunión con autoridades de la SHCP para pedirles que eliminen el IVA a toallas, tampones y copas menstruales. Esperando la siguiente conformación de la Cámara de Diputadas para crear nuevas aliadas. Armando estrategias jurídicas como el amicus curiae para la Corte. O como lo han hecho hasta ahora: poniendo el tema en la agenda política, creando lazos con otras organizaciones, dando entrevistas en los medios de comunicación o tomando las calles para ser escuchadas.
En ese recorrido de acciones también seguirán reivindicando: “no todas las mujeres menstrúan y no todas las personas menstruantes se identifican como mujeres. Hemos sido muy atacadas por esto último”, lamenta Anahí Rodríguez. “Pero no vamos a invisibilizar a nadie en esto, todas vivimos la menstruación de manera diferente”.
Unas, con privilegios y otras, con carencias básicas como un baño propio. Otras con dolor, otras como unos días más. Unas, privadas de su libertad y otras, con cuerpos e identidades diferentes.
Por Blanca Juárez, periodista feminista mexicana; Twitter: @cempaxochitl; Instagram: @zempaxochitl
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